El conocido síndrome de la clase turista o síndrome del viajero afecta, en mayor o menor medida, a 1 de cada 1.000 personas, según la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH). La incidencia se incrementa para personas que hacen viajes de más de 4 horas y que presenten algún factor de riesgo individual.
La aparición de síntomas derivados de una trombosis venosa en las extremidades inferiores, habiendo realizado un viaje, es señal de que padecemos este síndrome. Es impredecible tanto el momento de su aparición como los síntomas que podemos sufrir. Los síntomas pueden ser inmediatos o pueden surgir pasadas semanas del viaje.
Generalmente, algunos de los síntomas son dolor en pantorrilla o muslo, hinchazón, enrojecimiento o cianosis, entre otros. Uno de los riesgos que más preocupan es la de sufrir un tromboembolismo venoso que podría llegar a provocar enfermedades de mayor riesgo.
Factores de riesgo para sufrir el síndrome de la clase turista
Los factores de riesgo individuales, junto a la falta de movilidad de las extremidades inferiores generada en viajes de larga duración, son las principales causas del síndrome de clase turista.
Cualquier viaje de larga duración en el que mantengamos movilidad reducida, independientemente del transporte que utilicemos, aumenta la posibilidad de trombosis.
Los aviones tienen una serie de características que incrementan aún más esta posibilidad: bajada de presión, reducido espacio en asientos, sedentarismo y baja humedad. Por ello, el síndrome de clase turista se suele relacionar más con los viajes en avión.
Algunos de los factores de riesgo que multiplican las posibilidades de padecer el síndrome del viajero son los siguientes:
- Edad avanzada
- Predisposición genética trombosis
- Enfermedades importantes o problemas cardíacos
- Varices
- Sobrepeso
- Consumo de anticonceptivos orales
- Baja movilidad
- Cirugía reciente
Medidas para la prevención del síndrome del viajero
Para prevenir el síndrome de la clase turista podemos llevar a cabo una serie de recomendaciones que reducirán sus posibilidades de aparición:
Vestir con ropa amplia y cómoda
Las prendas ajustadas pueden comprimir demasiado y afectar a nuestra circulación.
Mantenerse hidratado
Es importante beber suficiente agua para combatir la baja humedad que hay en el avión.
Usar medias de compresión
Es muy conveniente la utilización de calcetines o medias de compresión elástica que activen nuestra circulación de retorno.
Dar paseos
Siempre que sea posible, conviene realizar paseos por el avión cada determinado tiempo o aprovechar las escalas si las hubiera para reactivar la movilidad.
Ejercicios
Hacer ejercicios para movilizar los músculos de nuestras piernas.
Evitar posiciones estáticas
Cruzar las piernas, mantenerlas colgando del asiento o doblarlas durante un tiempo puede afectar a la circulación sanguínea.
No consumir café y alcohol
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